viernes, noviembre 30, 2007

Buenas noches, Lucía

Es preciso tomar la callecita que duerme bajo tu cama. La que se arrastra debajo de tu puerta y cuelga como un brazo flojo de la punta de tus pies. Caminar por la avenida Corrientes donde para entonces estará lloviendo. Necesitar unas monedas, cuando la distancia sea la suficiente, para llamarte desde algún teléfono público. Por qué no te quedás hoy, me vas a decir. Estoy seguro. Pero es importante volver, sobre todo cuando las cosas no salieron como esperábamos. Vos a veces te acordás de mi, ¿no es cierto? ¿te acordás ahora? ¿no me dirías algo sobre mi antes de que me vaya? No llores, Lucía. A veces hace falta recorrer la callecita que se derrama de tu cama hasta la avenida Corrientes. Buenas noches, Lucía.

lunes, noviembre 26, 2007

Rêves

-En el sueño estabas vos. Me dijiste algo increíble. Te vas a reír.

-¿En serio?

Ella se enroscó entre sus brazos como una bufanda de perfumes.

-Contame. –mientras terminaba de acomodarse.

-El cielo era más violeta que azul, pero un violeta suave, como iluminado. Por ahí era verde o rosado, no me acuerdo. Nosotros caminábamos sobre un pasto que parecía un inmenso acolchado.

-¿Inmenso?

-Porque se extendía hasta donde se podía ver. Es más, ahora que lo pienso me parece que era un acolchado de verdad. Un acolchado de color verde que parecía pasto.

-¿Y yo qué hacía?

-Caminabas conmigo. Caminamos un rato hasta que de repente del río salió volando un gato afelpado de color gris. Tenía botones negros en lugar de ojos y se le veían las costuras de hilo blanco uniendo los jirones de tela. ¿Viste esos botones de cuatro agujeros en el centro? De esos.

-Claro, los únicos que hay. Pero pará, ¿de qué río me estás hablando?

-Había un río. Y en vez de agua, corrían montones de papel glassé. Blancos, celestes, azules, verdes. En fin, vos saltaste y te subiste encima del gato antes de que éste se alejara demasiado del suelo.

-Del acolchado, querrás decir.

-Si, del pasto.

-¿Y vos?

-Yo no reaccioné.

-Qué raro. –comentó con ironía. Lo pinchó con un dedo y le sacó la lengua haciendo un gesto con su cara.

-Me desesperé. No sabía qué hacer. El gato y vos se alejaban cada vez más. Lo recuerdo como algo terrible.

-Si, me imagino.

-No, en serio. Fue una cosa horrible.

-Si, si. Te creo. ¿Entonces qué hiciste?

-Me parece que salté o me remontó un viento, no sé. Como haya sido, de un momento a otro estaba volando detrás del gato afelpado que te alejaba del suelo. Lo curioso es que yo no volaba como se vuela en los sueños. Era algo más parecido a estar nadando en el aire.

-Pará, ¿cómo "como se vuela en los sueños"? ¿Cómo se vuela en los sueños?

-Con los brazos así -los extiende por encima de la cabeza. -Hacia adelante.

-¿Como Superman?

-Claro.

-No sé. Yo siempre vuelo parada en mis sueños.

-Dale, no jodas.

-No, te lo juro. Yo siempre vuelo parada.

-¿Parada? ¿De pie, querés decir?

-Claro. Ojo, con los brazos extendidos hacia delante, como Superman, pero parada. Como caminan los sonámbulos.

-No. No podés volar parada, ¿qué querés que te diga?

-¿Por qué no? Es un sueño, che. En los sueños yo vuelo como quiero. Si quiero volar parada, vuelo parada. Y si quiero volar sobre el gato de felpa que vive en el río de papel glassé, vuelo sobre el gato de felpa que vive en el río de papel glassé.

Con una mano, él encendió un cigarrillo. Con la otra, le acarició el pelo. Fumaba acostado, como vuela Superman, pero boca arriba. Adentro, escuchaban el silencio. Afuera, todo lo demás. El calor y la noche.

-Al final no me contaste -exclamó -¿qué fue lo que te dije en el sueño que te pareció tan gracioso?

-No sé. Ya no me acuerdo.