miércoles, octubre 21, 2009

Siempre tendremos Cuba

............Habíamos olvidado las tazas de café sobre la mesa y las luces en la ciudad. El aroma cargado de la rivera permaneció junto a las parejas que se habían quedado en la playa de Santa María para escuchar abrazados el suspiro del último son. Habíamos dejado las cosas en el hotel y los zapatos en la terraza. Corríamos sobre la arena. Ella tomaba fuerte mi mano porque sabía que si la dejaba ir yo no tendría el valor para seguirla. Nos alejábamos cada vez más. –Ya estamos cerca. –Gritó. Y la oscuridad nos devoraba. A ella le había sorprendido saber que yo nunca lo había hecho. Dejó de correr y tropezamos. Me abrazó. A pesar de la oscuridad, su piel llevaba el perfume del sol. –Te espero. –Dijo. La sentí alejarse. Detrás de nosotros, la ciudad resplandeciente era nuestro faro. –Para entrar tienes que darle la espalda a todo y dejarte ir. –Me había dicho. –No hay por qué temer, para regresar sólo tienes que nadar hacia la Habana.

............Avancé a tientas y me entregué al mar pues ella me esperaba. Habíamos dejado el miedo sobre la playa.